
A Icíar Bollaín le gusta hablar de la comunicación en sus películas, y de la falta de ella. A menudo nos ofrece un diálogo que se establece entre sus películas y el público con temas que importan a la gente. En Te doy mis ojos, nos mostraba un punto de vista pocas veces visto en referencia a la violencia de género, en También la lluvia establecía una analogía entre la colonización y la guerra del agua en Bolivia. Y aunque es una película de encargo, en Maixabel nos trae un encuentro importante y necesario. Una reunión que resume algunas de las heridas más importantes que España ha vivido en su historia reciente.
Un ejercicio de comunicación y empatía definitivo, el programa de encuentros restaurativos entre terroristas (llamados victimarios en el proyecto que se muestra en la película y que según explican en la misma fue rescindido por parte de las instituciones) y víctimas de la banda ETA. Un hecho en el que Maixabel Lasa, mujer de la víctima de ETA Juan Mari Jáuregui, pudo hablar cara a cara, y a petición de los presos por el asesinato del gobernador civil de Gipuzkoa en el año 2000, Ibon Etxezarreta y Luis Carrasco, sobre el atentado que acabó con la vida de su marido.
Para ello la película renuncia a la lágrima fácil y a formalismos y se centra en lo importante. La película queda por ello supeditada a ese encuentro. Se construye en torno a su clímax, y alrededor lo que queda es un funcionalismo didáctico que da información al espectador con la intención de anclarlo a ese momento. Hay poco espacio para reflexionar sobre los personajes y se dedica la mayor parte del metraje a contextualizar en torno a ese objetivo. Imágenes de archivo, fragmentos de informativos y recortes de periódico rodean tres momentos clave dentro del film que conformarán una base para que las próximas generaciones convivan, según explica la propia directora. Uno de los pocos detalles puramente cinematográficos que se permite Icíar Bollaín es una secuencia en la que el protagonista recorre en coche los lugares donde ocurrieron los atentados de los que es responsable y que se han instalado en su cabeza. Una conciencia que con la perspectiva y la reflexión no le permiten huir ni esconderse de sí mismo. Visualmente esa austeridad funciona, aunque yo echo de menos algo de nervio y tono que acompañen esa reflexión y un tratamiento más profundo de los personajes. Todos los aspectos técnicos huyen del protagonismo, y entiendo que de forma deliberada, para que la importancia de lo que cuenta no quede empañado, por más que la lluvia se derrame en los cristales del coche donde Maixabel regresa de su primer encuentro o las flores acompañen a las canciones en forma de pequeñas concesiones.
Cuando llega la razón de ser de la película, todo lo que acontece en la pantalla vuela alto. Los actores dan lo mejor de sí, desde una Blanca Portillo medida y precisa a un Luis Tosar que comienza algo titubeante pero que en esas escenas vuelca un gran rendimiento escénico. Pero al lado de los dos protagonistas, un gran reparto y dos secundarios que se apoderan de la atención del público. Urko Olazabal y María Cerezuela están fantásticos, y el resto de actores vascos también. El año pasado la serie Patria nos mostraba un reparto que nos hacía comprender que su emoción era tan genuina que explicaban el contexto mejor que cualquier línea de guion. Hay un instante casi inapreciable en que aparece la propia Maixabel y resulta profundamente conmovedor. Ahí comprendes que la historia real es tan potente que todo lo demás casi se entiende como secundario.

Maixabel funcionará muy bien. Hay algo de catártico en las miradas que se comparten, en el perdón y en el acercamiento de lo que no se puede entender ni superar. En la perspectiva que el tiempo da para que se pueda hablar, aunque remueva, de un tema tan sensible.
CHEMA LÓPEZ
Quizás es por las expectativas que tenía pero esperaba más aunque es cierto que sabe meterte en la película hasta la mayor de las emociones de película que es el minuto final, pero aún así, no es redonda. Algo le falla, no sé qué es. Se deja ver.
Coincido en que los secundarios están brillantes.
Auguro Goya para Blanca Portillo, no así para Luis Tosar.
6/10
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