
El Festival de Málaga continúa avanzando y proyectando películas muy comentables. Desde Cinespain seguimos recordando nuestro paso por tierras malagueñas y repasando algunos de los proyectos que hemos podido ver.

Suele ser frecuente que las películas de la Sección Oficial utilicen el festival como plataforma para su lanzamiento comercial y programen su estreno en salas poco después de su proyección en Málaga. Es el caso de “Bajo terapia”, el último trabajo del director Gerardo Herrero, que llega a los cines españoles hoy, viernes 17 de marzo. La película adapta la obra de teatro homónima de Matías del Federico en la que tres parejas que no se conocen entre sí son convocadas por su psicóloga para enfrentarse a una sesión de terapia grupal. La lectura sucesiva de diferentes sobres con instrucciones preparadas por su terapeuta marcará el devenir del encuentro y sacará a la luz temas espinosos que los personajes deberán compartir con los otros desconocidos como forma de afrontar sus traumas emocionales.
La película mantiene al detalle el esquema teatral de la propuesta, transcurriendo en su totalidad en un único escenario y fiándolo todo al trabajo de sus actores (dos de ellos, Juan Carlos Vellido y Fele Martínez, ya representaron el mismo papel sobre los escenarios teatrales). Los seis intérpretes que conforman el reparto de la película son la clave para que los rápidos diálogos y el continuo intercambio de zascas funcionen, y en este caso, demuestran estar a la altura. Siempre resulta un placer disfrutar en pantalla de una actriz como Alexandra Jiménez, con su dominio absoluto del tempo interpretativo, y aquí tiene continuamente la habilidad de introducir una réplica contundente en cada momento del debate, ejerciendo como el alma más racional del grupo.
Para nuestra sorpresa, lo que parecía una comedia pura basada en la sucesión de chistes más o menos ingeniosos, va dejando entrever que el trasfondo dramático de la historia es mucho mayor de lo esperado. El tono humorístico camufla temas muy serios, como la ludopatía, los malos tratos o la depresión, que son abordados por el guion dejando ver la profundidad de los problemas de los participantes en la terapia, y enriqueciendo la película. Los largos planos secuencia y el acertado montaje contribuyen igualmente a mantener la atención del espectador, que a tenor de la reacción de los asistentes a la proyección en el Teatro Cervantes, entra de lleno en el juego que propone Herrero. La película es firme candidata a hacerse con el Premio del Público del Festival, después de que la sala arrancara en aplausos en mitad de la proyección, y de que la ovación final fuera atronadora. Sin duda si hay un personaje que conquistó a los espectadores fue el de Malena Alterio, que asume el papel más complicado de la historia, y que logra hacerse con la película tanto en los momentos más cómicos (desternillante su borrachera) como en los más serios.
La película se guarda un final sorpresa para terminar, que asombra y desconcierta a la vez. Su requiebro es tan alocado que hace falta algo más que un acto de fe para creerlo, pero sin duda consigue su objetivo de impactar en el espectador. Esperamos que a “Bajo terapia” le vaya muy bien comercialmente en su paso por los cines, ya que es una película muy por encima del nivel de la comedia española actual y tiene mimbres para gustar mucho al público.

Al igual que Gerardo Herrero, que triunfó en el pasado en el Festival con “Los aires difíciles”, la directora catalana Elena Trapé llegaba a Málaga con el bagaje de ser ganadora de la Biznaga de Oro, en su caso lograda hace cinco años con “Las distancias”. El buen sabor de boca que dejó aquella película convertía a su nuevo trabajo, “Els encantats”, en una de las películas más esperadas de la edición.
Laia Costa es la protagonista absoluta de la película, interpretando a Irene, una mujer que acaba de separarse del padre de su hija y que al dejar a la pequeña a cargo de su ex durante una semana, experimenta una pena y un agobio tales que decide viajar a un pequeño pueblo en los Pirineos, donde su familia tiene una casa y al que acude como refugio.
Resulta inevitable acordarse de “Cinco lobitos” durante el visionado de la película, dado que a veces parece que estamos viendo al mismo personaje que Costa encarnaba en la cinta de Alauda Ruiz de Azúa, pero cinco años después. La Irene de “Els encantats” tiene el mismo carácter que esa Amaia: inconformista, contradictoria y más apegada a sus seres queridos de lo que podría parecer en un principio. Y al igual que en “Cinco lobitos”, Laia vuelve a estar magnífica, transmitiendo con sutileza la desazón que tiene interiorizada su personaje, y sabiendo reflejar con amplios matices las distintas emociones que le provocan las conexiones con el resto de personajes con los que se cruza durante su estancia en el pueblo.
“Els encantats” es una película austera, tal vez en exceso. El minimalismo de la propuesta, concentrada en la cotidianeidad del ambiente rural y en la que abundan silencios y conversaciones intrascendentes, hace que en ocasiones su visionado se haga un poco cuesta arriba. También tenemos muy visto el recurso del personaje que se sumerge en el agua como vía purificadora y símbolo de un nuevo renacer. No obstante, contiene algunos pequeños detalles que en su sencillez son más elocuentes que cualquier diálogo: el momento en que se nos muestra como Irene borra las letras “Aa” que preceden al nombre de su expareja en la agenda de su teléfono es un maravilloso ejemplo de cómo representar su decisión de pasar página y afrontar su nueva situación de forma muy sutil.
La película reserva a Laia Costa un monólogo final para enmarcar, con una llamada por teléfono desgarradora y que nos hace confiar en que su reciente Goya a mejor actriz servirá para que por fin el cine español cuente con la actriz barcelonesa para papeles relevantes, y se solvente el desaprovechamiento al que se ha visto sometida por nuestra industria. “Els encantats” no supone un especial avance dentro de los numerosos relatos generacionales que ha reflejado nuestro cine en los últimos años, pero sí es un conciso retrato de personaje que la interpretación de Costa hace más valioso.

Por último, no podemos dejar de hacernos eco de la concesión del principal galardón honorífico del Festival: el Premio Málaga Sur. Desde hace dos décadas, el certamen reconoce cada año la trayectoria de un intérprete de nuestro cine, y al tradicional acto de entrega del premio en la gala nocturna del Teatro Cervantes, se le une la instalación de un tótem con las manos grabadas de cada artista en pleno paseo marítimo, habiendo creado ya un verdadero paseo de la fama. A la prestigiosa lista de premiados, que incluye nombres tan imprescindibles como Carmen Maura, Ángela Molina o Luis Tosar, se le ha unido este año Blanca Portillo. La actriz madrileña, artífice de interpretaciones tan destacadas como las de “Volver, “Siete mesas de billar francés” o “Maixabel”, recibió un cálido homenaje del festival al que ella respondió con simpatía y agradecimiento. Gracia Querejeta, Paula Ortiz y Asier Etxeandia fueron los invitados por el festival para loar las virtudes de la actriz en la gala de entrega del premio, y fueron las palabras del actor vasco (una declaración de amor en toda regla) las que más lograron emocionar al público y a la propia actriz. Portillo recitó su discurso con la entonación propia de una gran actriz de teatro y defendió con firmeza el amor por la profesión y la esperanza en la lucha contra el propio físico en pro de que se valoren las capacidades actorales.
El homenaje sirvió no solamente para reconocer el talento de Portillo, sino también para recordarnos las ganas que tenemos de que se estrene “Teresa”, donde Blanca encarnará a la santa de Ávila, y que promete ser una de las grandes películas de 2023. Por supuesto, desde aquí estaremos para contarlo.
JAVIER CASTAÑEDA